Al mismo tiempo, el lugar de origen o de vecindad fue uniéndose al apellido tradicional y en ocasiones fue éste último por más original el principal de una familia. Por esta razán, es más fácil identificar el origen geográfico de un apellido de lugar que el de otro derivado de un nombre de persona.

En la Cantabria del siglo XIV convivían ya plenamente los apellidos derivados de nombres de persona con los de lugar. El ‘apeo’ realizado por Pero Alonso de Escalante para la averiguacián de los derechos que le correspondían al Infante D.Fernando en las Asturias de Santillana es buena prueba de ello. El apeo fue realizado entre 1403 y 1404 sobre doscientos concejos de ese gran territorio cántabro y al acto de verificacián de derechos acudieron en cada concejo un grupo de vecinos.

Una de las representaciones más numerosas fue la de Cabezán de la Sal. El doce de enero de 1404 comparecieron: Sancho Fernández de Cabezán y Gonzalo Martínez de Cabezán y Rodrigo, hijo de Ruy Iñiguez, y Pero García de Cabezán, el viejo, y Pedro, hijo de Gascán, y Juan González de (O)Udias, morador en Cabezán, y Rodrigo hijo de Barbejo, morador en Cabezán y Gonzalo, hijo de Gonzalo González de Cabezán, y Rodrigo, hijo de Carrejo de Cabezán y Pedro, hijo de Juan Sardina, y García de Valles y Rodrigo de la Presa, y Gutierre Alfonso y Alfonso García, clérigo, y Pedro García y Martín González, y Martín González Traveo, y Martín González Traveo y Martín de la Presa y Pero Forrero y Gonzalo Martínez.

Aún no se habían establecido en Cabezán los Ceballos, ni era popular el apellido De la Vega , ni estaban los Bracho, Velarde, Barreda o Vélez. Todas estos linajes llegarían con sus escudos heráldicos a Cabezán de la Sal unos siglos más tarde. De momento, en el siglo XIV, todos los moradores de Cabezán trataban de distinguirse uniendo el nombre de su pueblo a un apellido muy común. Todos, menos Pedro, que era hijo de Juan Sardina, o Rodrigo, que era hijo de Barbejo.
Y es que con tanta repeticián de nombres y apellidos, ha sido costumbre muy extendida en los pueblos reconocerse más fácilmente por los apodos, hasta convertirse no pocos de ellos en apellidos oficiales.