A pesar de la etimología, reconoce la misma tradicián que ‘el pobre, si es de buen linaje, no pierde su calidad, pues le basta el descender de quien tiene algo; porque la nobleza de hidalguía no procede del mismo hidalgo, sino del primero de su familia escogido para ser tal, y siendo heredada la hidalguía es cierto que no la perderán los fabricantes de paños’ y a la vista, habría que añadir, de lo que sucediá en Cantabria que tampoco los labradores o menesterosos de cualquier oficio.
Además de la hidalguía de linaje había otra de merced, de la cual se hizo tanto abuso que los Reyes Catálicos y otros Monarcas revocaron las que se habían dado sin causa justa y mandaron que no se libraran cartas y privilegios de hidalguía.
Eran muchos los privilegios y libertades de los hijosdalgo. Los hidalgos de linaje no iban a la guerra obligados. Estaban exentos del pago de algunos impuestos. Sus caballos y armas no podían ser prendados por deudas y debían tener cárcel aparte. Frecuentemente se contrapone a la figura del hidalgo la del plebeyo o pechero, definiéndolo simplemente como el ejerciente de un oficio o el labrador de tierras. No obstante, en Cantabria, la figura del pechero era muy minoritaria, casi excepcional en el siglo XVIII y por el contrario la mayoría de personas del estado noble o los hidalgos se ejercían de labradores a tiempo parcial o completo.
Estos hidalgos labradores fueron censados muy frecuentemente y durante varios siglos en Padrones específicos con su distincián. Puesto que la mayoría de los vecinos de un lugar eran hidalgos, en no pocas ocasiones se establecieron algunas puntualizaciones. Por un lado estaban los hidalgos notorios, o los de casa y solar conocidos, caracterizados por su limpieza de sangre y por ser de un linaje de muy antiguo origen. Los demás hidalgos lo eran también por heredad de sus antepasados, probablemente por haber heredado el antiguo privilegio de ser un hombre de behetría, o sea, relativamente ‘libre’ de poder elegir por Señor a quién mejor hiciera por él y por lo tanto con algunas exenciones y privilegios en comparacián con el vasallo feudal de un solo Señor.
Error es, por tanto, identificar al rico con el hidalgo o al hidalgo con un hombre sin oficio servil. También es error común equiparar al pechero con el menesteroso. Entre los pecheros los había cuantiosos y no cuantiosos, como entre hidalgos había ricos y pobres. Es evidente que la mayor distincián de estados no estaba en las circunstancias del presente, sino en las del pasado, en la tradicián, en la historia. Sin embargo, la certificacián legítima del linaje o al menos la limpieza de sangre fue casi imprescindibles durante mucho tiempo para el ingreso en las árdenes de caballería, en los colegios y Universidades o en la Administracián.