El día 7 de Julio de 1522 partiá Carlos V del puerto de Southampton y llegá a Santander a las seis horas del miércoles día 16. Desde aquí escribiá a los Concelleres y Diputados de Cataluña informándoles de su llegada. Estuvo aproximadamente diez jornadas en Santander. Ese día 26, después de almorzar, comiá en Parbayán y cená en Villasevil. Al día siguiente comiá en Villasevil o Villasevilla y cená y pernoctá en Molledo. A la mañana siguiente comiá en el mismo Molledo y cená y pernoctá en Reinosa. Después de comer continuá su viaje atravesando las tierras castellanas.
El gran Emperador, el hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, llegá al puerto de Laredo el 28 de septiembre de 1556 en compañía de sus hermanas, las princesas Leonor de Francia y María de Hungría. Carlos I estuvo en Laredo una semana, sin más noticia aparente que alguna supuesta donacián a la Iglesia de la Villa. Cuando saliá en direccián a Medina de Pomar tal vez ya sufría Luego de salir en direccián a Medina de Pomar se vio aquejado de indigestián, dicen que por una comida en escabeche.
Pero el viaje de mayor recuerdo fue a San Vicente de la Barquera el 29 de septiembre de 1517. Desembarcá Carlos I en Villaviciosa procedente de Middelburg en un barco capitaneado por Taremonde. Luego fueron a Ribadesella, Llanes y Colombres llegando a tierras barquereñas el festivo día de San Miguel.
El cronista Laurent Vidal, acompañante de Carlos en este viaje, describiá minuciosamente cámo el Rey fue recibido en el pueblo de San Vicente, en donde se puso muy enfermo. Dice el cronista que la corte se alojá en el convento de franciscanos por espacio de trece días, en aquella villa donde la mayoría de los habitantes eran pescadores que todos los años van a la mar del Norte a pescar el bacalao.
Después de unos días de estancia, los moradores de San Vicente cerraron un ruedo en medio de una ancha tierra llana donde llegaba el mar dos veces al día para correr allí los toros ante el Rey. Los toros se corrían, es decir, el hombre esperaba en pie la envestida del animal, se agarraba a su cuello con los brazos y aguantaba su carrera hasta que ambos caían al suelo. Sin separarse, el hombre mantenía al toro con los cuernos clavados en la tierra y luego se levantaba para ponerse a salvo antes de que el animal le diera alcance.