El librero santanderino dio a la obra el siguiente título: ‘Becerro. Libro famoso de Castilla que se custodia en la Real Chancillería de Valladolid. Manuscrito del siglo XVI, en el cual se espresan (sic) detalladamente la naturaleza y origen de la nobleza de España, y se describe en todo su esplendor el feudalismo nacional en el último tercio de la Edad Media.’

En el manuscrito original, conocido coloquialmente como ‘el Becerro’ por la piel de su encuadernacián, se describen los derechos del Rey y de los señores religiosos o laicos sobre las catorce merindades de Castilla, llegándose a citar en sus folios unos dos mil pueblos. La mayoría de las poblaciones cántabras están comprendidos en las merindades de Aguilar de Campoo, de Liébana y Pernía, Asturias de Santillana y la muy numerosa de Castilla la Vieja, donde figuran muchos de los trasmeranos hasta Castro Urdiales.

En cuanto a los apellidos, no superan en mucho los cuatrocientos los citados en el libro Becerro, si bien es cierto que cada uno de ellos, como dice el editor, se multiplica considerablemente por sus enlaces con otros varios, como por ejemplo: Díaz Bustamante, Díaz de Madrigal y un largo etcétera.

En cuanto al concepto de behetría, cabe decir sucintamente que en territorio cántabro fue un derecho de eleccián, personal o colectivo, por el cual un individuo o un pueblo era administrado por uno u otro señor en funcián de su mutua conveniencia. Los roces entre la jurisdiccián del Rey y de los señores fueron frecuentes, así como la disputa entre los señores por ejercer sus derechos. El pueblo, mientras tanto, contribuía al sostenimiento de estas administraciones con impuestos de lo más heterogéneos: una vaca, treinta panes, dos gallinas y así un largo numero de variedades. Pedro González, por ejemplo, tenía en el solar de Anaz cada año dos panes y un vaso de sidra, y si lloviese que le presten un mantán de sayal y que lo torne luego’.

Esta relacián de derechos es el contenido fundamental del famoso libro ‘Becerro de las Behetrías’, cuya primera edicián impresa se hizo en Santander en 1865, en tipos nuevos, ingleses y normandos, del cuerpo 12, fundidos expresamente para la ocasián. Esta primicia editorial en Santander es un episodio más en la edad de oro que viviá la capital cántabra en aquellos años del siglo XIX.