Una muestra del rastro dejado en la capital de España por los cántabros de origen, se encuentra en una especie de guía titulada ‘El indicador de Madrid para el año 1858’. En esta obra aparecen identificados solamente los personajes más relevantes de la sociedad capitalina, los propietarios, comerciantes y profesionales liberales. Sin duda eran muchos más los cántabros residentes en Madrid, pero esa muestra de más de un centenar de nombres sirve para hacerse una idea de la importancia numérica y calidad de aquellos representados.

Abascal, Alvear, Arredondo, Castañeda, Ceballos, Sáiz de la Maza, Terán y bastantes más figuran en esa námina de industriales, médicos, abogados, políticos y otros profesionales con residencia en la concurrida capital del Reino.

La diáspora cántabra, con no ser tan numerosa como la gallega o asturiana, fue de una dimensián considerable. Los apellidos, cuando se han conservado en la memoria presente de los ciudadanos, tal vez son el único testigo de esa herencia generacional y uno de los rastros a seguir para indagar en sus raíces familiares.