Imagen pesquero Serra Banderas

Requejada

Hace 250 años, la Requejada próxima a la ría de San Martín era  casi lo mismo que había sido siempre desde la Prehistoria, un terreno en cuesta formado por barbajos, sierras, arboledas  y junqueras que servían de paso y pasto para el ganado, del cual aprovechaban los vecinos  las  árgomas  y juncos para hacer abono en los corrales.  En los diccionarios de aquellos tiempos esta voz geográfica, Requexasa, era lo mismo que Requexo, un erial pindio que  terminaba en una llanura. De ahí tomó su nombre precisamente “la Requexada en la ría que baxa al puerto de Suances”

El resto de la superficie adyacente a la  Requejada estaba formado  por tierras de labor y prados sitos  entre  el Camino Real entre Santander y Castilla  y el pueblo de  Polanco, con unas pocas edificaciones levantadas casi todas en las últimas décadas, gracias a los positivos efectos de la mejora de ese  camino  y al incremento del tráfico de cereales.

Por debajo del Camino Real, en dirección a la ría, casi todo era tierra cascajera, cudón y árgomas, pero junto  a la ribera  había dos construcciones: la casa maestranza del Conde Fernández de Isla , sita   en el margen derecho de la desembocadura del río Cabo, en la zona comprendida entre el puente de Nobalina y el dique de maderas acondicionado junto a la casa. Era un edificio de grandes proporciones  con un amplio patio  cubierto con portales. Cerca de esta casa maestranza estaba el  almacén de Nicolás Cabada, hecho junto a otro dique habilitado en  una de las lenguas de la ría. Más adelante, en dirección al mar, estaban los dos molinos de Polanco, construidos también en sendos entrantes de la ría  antes de llegar a las zonas lagunosas  conocidas como “Llama Podrida” y “Canal de la Ancellana” que se introducían  muchos metros tierra adentro.

Las otras construcciones existentes en la Requejada a finales del siglo XVIII eran un par de casas y almacenes levantados a ambos lados del Camino Real. Por un lado, junto al camino que sube a Polanco, estaba la casa, el almacén y el tinglado para carros trajineros construido por Pedro Antonio de Pereda en 1781. En el otro lado del camino, también a su vera,  estaba el almacén de Francisco García y Pedro Darripe, más tarde nombrado  Comisario de Policía de la Provincia de  Santander, y muy cerca una casa con huerto hecha por Dámaso Palacio en terreno cedido por el concejo de Polanco. Entre los citados almacenes y esta casa, había empezado a construir José Gutiérrez Palacio , en un  terreno cedido también por el concejo de Polanco como de treinta carros de tierra, una especie de mesón con cocina , caballeriza y pajar, con la intención de acondicionar el resto con árboles frutales y plantación de legumbres. El negocio que planeaba José Gutiérrez Palacio era semejante al que tenía unos cientos de metros más  adelante Pedro Antonio de Pereda y de ahí los pleitos que  mantuvieron ambos por los beneficios del camino a su actividad hostelera

La Casa maestranza del conde Fernández de Isla

La Casa maestranza del conde Fernández de Isla en la Requejada fue construida  para dar servicio a las actividades de construcción naval  en la ría de San Martín. La primera referencia al respecto  corresponde a  Juan Bautista Donesteve  Mendaro, quien  construyó en la ría de San Martín de la Arena tres navíos vendidos y entregados a diferentes mercantes del señorío de Vizcaya. En la misma época, Juan Fernández de Isla, estableció junto a los muelles de Requejada una fábrica de motonería que suministró “poleas, carrillos, rodanas, cuadernales y trocha” a los barcos que se construyeron en los astilleros de Guarnizo en los reinados de Felipe V y Carlos III.

Los  talleres de Fernández De Isla, que trabajaban fundamentalmente con palo de guayacán,  estaban situados a poco más de 200 metros de la desembocadura del río Cabo en la ría de Requejada y  a 300 metros del camino real. La Casa Maestranza del empresario cántabro se levantó entre la primera y la segunda lengua de mar donde acondicionaron sendos diques para facilitar las operaciones portuarias.  

La ribera de Requejada también desempeñó en el segundo tramo  del siglo XVIII un importante papel como embarcadero de madera con destino a los principales astilleros de la península, Guarnizo, Ferrol, Cádiz y Cartagena. En esta actividad también tuvieron una importancia capital los empresarios Fernández de Isla y Juan Bautista Donesteve, que entre  1746 y 1752 firmaron una docena de importantes contratos de  corta, labra, aserrío y conducción de las maderas de la  Montaña a los principales arsenales de la Corona para la construcción de fragatas y navíos.

A este negocio del suministro de maderas desde Requejada y descarga de mineral de hierro para las ferrerías probablemente se dedicó también  Nicolás Antonio Fernández Cavada, caballero de la Maestranza de Ronda, quien  hizo negocios con Fernández de Isla, entre otros la compra de su ferrería de Mata en San Felices. En un plano de Requejada del año 1795 se ve que a pocos metros de la fábrica de motonería estaba el almacén de “Nicolás de la Cabada” junto a otro dique que seguramente se utilizaba también para las operaciones portuarias. El hijo de Nicolás, del mismo nombre que el padre, nació en 1778 y fue el primer conde de las Bárcenas.